lunes, 19 de mayo de 2008

Crisis existencial

Después de las últimas vacaciones, la llegada a Rusia ha supuesto un shock. Justo ese shock del que ya he hablado alguna vez con mis amigos. Se produce al vivir en el extranjero... al principio todo es nuevo y excitante, interesante... con algún que otro problema, pero es llevadero. Hasta que llega un punto que, cuando vuelves de unas vacaciones en tu país, te das cuenta de que estás cansado de vivir fuera. Yo suelo situar este momento como a los 3 meses de vivir en tal lugar. Y de hecho se ha repetido la historia. Ya me pasó en Alemania... y en Italia... y ahora aquí... y uno no se acostumbra al efecto. Sí, está claro que el efecto se pasa, pero no es fácil de llevar.

Aparte del trabajo con los estudiantes, que aporta algunas decepciones, pero sobre todo, satisfacción, por ver crecer a los chavales como personas y como diseñadores... aparte de todo esto, no hay mucho más que hacer por aquí, o al menos yo no he encontrado aún mi hueco en este lugar.

Y esto genera problemas. Sobre todo si no tienes a tu pareja, ni a tu familia, ni a tus amigos cerca. A veces es duro, aunque está claro que nadie dijo que sería un camino de rosas.
Y esto me da pie a preguntarme tantas cosas sobre la vida. Sobre el sentido que tiene la vida... qué es lo que tiene que aportarte el trabajo, o la ciudad en la que vives. De qué se compone la vida, y de qué depende la felicidad sobre la que uno la quiere basar.


¿De que creeis vosotros que está compuesta la felicidad?

Bienvenido a Rusia... ¡de nuevo!


Esta vez llegué al aeropuerto de Moscú a las 6 de la mañana, y entre control de pasaportes y la espera de la maleta, se hicieron las 7 de la mañana, por lo que perdí el tren que en 40 minutos te lleva al centro de la ciudad. Así que cogí otro que había en el andén. A que mala hora... era un tren regional que paraba en todas las estaciones, circulando con una velocidad idónea para disfrutar el paisaje, pero no la mejor para llegar raudo y veloz a tu destino. Tren borreguero en toda ley! Al principio el tren iba vacío... pero luego se iba llenando de gente en cada parada, gente con cara de pocos amigos, gente durmiendo sentada en el tren, hasta que se llenó completamente y no cabían ni de pie por los pasillos. Así... hora y media! Fue todo un shock. Llegué al apartamento al final a eso de las 9:15, más de tres horas después de haber aterrizado, sin haber dormido casi en el avión. Y para guinda, encontrarme movidas con algún que otro compañero de piso... que recibimiento más acogedor y agradable, si señor!

¡Bienvenido a Rusia!