Supongo que esto ocurre en todas las grandes ciudades. Supongo que éste no será el único ejemplo de los contrastes de la vida moderna.
Pero he aquí una historia. Sí, una historia. Tan sólo mirando sus ojos, uno percibe que detrás de ellos se esconde toda una vida, todo un mundo que, aunque mucho logremos imaginar, poco realmente llegaremos a conocer. Se trata de un niño, un infante, pero aún así, toda una vida.
Uno de esos casos que le golpean a uno en el alma, en la conciencia y que le acompañarán en la memoria.
Un simple niño capaz de emocionar con su música, como pocos artistas han hecho. Impresión enfatizada quizás por la sorpresa de encontrarlo en la calle, por lo prematuro de su edad o por esa mirada, una mirada ajena a lo que sus manos conseguían extraer del violín. Lo manejaba como quien lleva toda una vida practicando, como quien conoce los secretos que se esconden tras el arco y las cuerdas.
Sirva esta humilde entrada como tributo a éste, y muchos otros niños, que han perdido - o les ha sido arrebatado - algo por el camino, esto es... su infancia.
PD: Con este, me ha venido a la memoria como algo marcado a fuego, la cara y la actitud de Elvis, un afable y preocupado niño de la ciudad de Managua (Nicaragua).